Principio número 2:
Una mujer indecente disfruta de su sensualidad, no la esconde ni se avergüenza de ella, y la usa como arma sólo cuando es necesario.
Vanessa no solía buscar aventuras de una sola noche, pero unas circunstancias difíciles exigían medidas extremas. Y Zac era exactamente el tipo de hombre que necesitaba para una aventura libre de compromisos.
Era incluso más sexy en persona que en las fotos, y ofrecerle un striptease había sido más excitante de lo que pensaba. Y era obvio que a él también le había gustado.
—Ésta es mi habitación —dijo él, deteniéndose frente a la habitación 207 y sacando la tarjeta. Levantó la mirada para verificar que el número de la puerta era el correcto. Fue lo primero que le hizo sospechar a Vanessa que había bebido más de la cuenta.
—¿Cuánto has bebido esta noche?
Él esbozó una sonrisa arrebatadoramente sexy.
—Un poco. Pero no lo bastante como para nublarme el juicio en esto —dijo, asintiendo hacia la puerta.
«Esto». Pasar la noche con ella. Vanessa sintió cosquillas en el estómago. Tenía al cumpleañero justo donde lo quería, y ahora estaba a punto de pasar una inolvidable noche en sus brazos. Eso era lo que deseaba, ¿no?
Sí, definitivamente sí. Necesitaba un revuelo en su vida, algo que le recordara que aún era joven, soltera y despreocupada. Aunque con los hombres era más cuidadosa de lo que estaba siendo esa noche. Había demasiados canallas como para correr un riesgo semejante… asumiendo que conociera a Zac lo bastante a través de las fotos y objetos personales para confiar en él.
Tampoco cedía ante cualquiera. Tenía sus criterios, y sabía que el club que frecuentaba estaba lleno de indeseables. Por tanto, era normal sentirse un poco nerviosa por lo que estaba a punto de hacer. Pero necesitaba hacerlo. Lo necesitaba a él. Allí mismo. Ya.
También tenía una serie de reglas para disfrutar de una aventura sin compromisos, y aquella noche estaba rompiendo la más importante: no acostarse con un hombre hasta conocer su historial y estado mental. Pero Zac parecía tan seguro y digno de confianza, que si había una ocasión para romper las reglas era aquélla.
La pasión la abrasó cuando él la abrazó y la besó con ímpetu y efusión. Su intención había sido quitarse la máscara ahora que ya no estaban los hermanos de Zac, a quienes tendría que explicarles por qué su organizadora de fiestas y no una stripper profesional había interpretado el striptease. Pero la idea de hacer el amor con un hombre que no pudiera verle el rostro le parecía muy excitante.
—¿Qué te parece si me dejo puesta la máscara? —le susurró.
—Quiero verte —respondió él, haciéndole cosquillas en el cuello con su aliento. Le tomó el lóbulo de la oreja con la boca y sorbió suavemente hasta ponerle la carne de gallina.
—¿No te parece excitante el misterio? —preguntó ella, reprimiendo un estremecimiento.
Él la miró a los ojos y esbozó una media sonrisa.
—Sí, lo es. Puedes dejártela por ahora. Pero al final querré verte.
Por supuesto que la vería, pensó ella. Vería cada palmo de su cuerpo. Pero la idea de acostarse con él sin desvelar su rostro era muy atractiva. Tal vez se escabullera de la habitación antes del amanecer, dejando que se preguntara sobre su identidad. O tal vez no.
En cualquier caso, le encantaba poder elegir.
Una vez dentro de la habitación, Zac encendió una lámpara y Vanessa se acercó por detrás y le deslizó las manos por la espalda.
Su cuerpo era sólido y cálido, y los músculos de la espalda se tensaban al tacto. Le pasó las manos alrededor del torso y descendió por la barriga hasta su cinturón. No tenía sentido perder el tiempo, así que lo desabrochó enseguida.
Él echó la cabeza hacia atrás mientras ella le bajaba la cremallera y metía las manos en sus calzoncillos. Estaba duro y tirante. Vanessa tomó el extremo y lo masajeó suavemente.
Luego, deslizó los dedos por su longitud.
A Zac se le entrecortó la respiración y bajó una mano para detenerla. Se volvió hacia ella y, levantándola por la cintura, la dejó en la cama y se colocó encima como un depredador sobre su presa.
Vanessa emitió un gemido ronco. Zac era la clase de amante que más le gustaba…
Apasionado y tomando la iniciativa. Y cuando la aprisionó contra la cama y empezó a devorarla con avidez, ella lo rodeó con brazos y piernas y se aferró a él como si fuera un salvavidas.
Él se retiró y la besó suavemente una vez más.
—¿Estás segura de que quieres estar aquí?
Ella sonrió, pensando que no había otro sitio en el que prefiriera estar, y le frotó el muslo con el pie.
—¿No doy la impresión de estar segura?
—Mmm… —le acarició la barbilla con el pulgar y se inclinó para besarla en la clavícula.
—Tengo protección, si es eso lo que te preocupa —dijo ella.
Él le lamió el labio inferior y la presionó con sus caderas.
—¿Parezco preocupado?
No, definitivamente no.
Vanessa suspiró y acabó la conversación con un beso. Un beso largo e intenso que le hizo olvidar la sensación de desequilibrio que llevaba sufriendo desde la llamada de Rebecca. Y cuando la mano de Zac se deslizó bajó el vestido y encontró su pezón, todas las preocupaciones que había tenido al principio desaparecieron.
Todo era perfecto en su mundo particular. Aquélla era la liberación salvaje y desinhibida que estaba buscando. Aquél hombre era lo que necesitaba por una noche. Al día siguiente se levantaría de la cama como una mujer nueva, con sus energías recargadas y su seguridad reafirmada. Y Zac entendería que se fuera, feliz de que no hubiera ningún compromiso.
Cuando él le lamió el cuello y tiró del vestido hacia abajo para tomarle un pecho con la boca, Vanessa arqueó la espalda y emitió una especie de ronroneo. Momentos después, Zac le había bajado la cremallera y ella se estaba desprendiendo de las braguitas. Él le desabrochó el sujetador, le acarició los pechos y volvió a saborearlos uno por uno.
Vanessa estiró los brazos sobre la cabeza, cerró los ojos y apretó las caderas contra él. Le encantaba la emoción despreocupada, la noche de infinitas posibilidades, las prisas de la excitación… Cuando Zac deslizó la mano por su vientre y le introdujo un dedo, se sintió aliviada de saber que su fiesta privada no había acabado.
—Te deseo —le susurró él, ahondando más en su penetración—. Ahora.
—Ya me tienes —respondió ella, justo antes de que un segundo dedo la penetrara.
A continuación vino un tercer dedo. Cerró los ojos para deleitarse con el placer, hasta que no pudo aguantarlo más y se retorció para apartarlo.
Zac se irguió y se quitó los zapatos. Vanessa lo ayudó a hacer lo mismo con los vaqueros, la ropa interior y por último la camisa. Cuando estuvo arrodillado y desnudo sobre la cama, ella se sentó sobre sus talones para admirarlo.
Su cuerpo merecería aparecer en el desplegable de una revista. Sus miembros estaban perfectamente proporcionados y esculpidos en fibra y músculo, pero Vanessa apenas pudo apartar la vista de su rostro. No podía explicar la extraña conexión que los unía en aquel momento. Se sentía atada a él, como si fuera su alma gemela; pero entonces se recordó a sí misma que no era más que una aventura pasajera y ese momento pasó.
Estaba allí para divertirse, nada más.
Así que agarró el látigo de los pies de la cama y lo pasó alrededor del cuello de Zac para tirar de él hacia ella.
Él sonrió ante la apremiante falta de sutileza y se puso encima, abrasándola con su piel ardiente.
—Tu striptease fue increíble —le dijo mientras le quitaba el látigo y lo arrojaba a un lado
—. Te mueves muy bien.
—Me alegro de que te gustara —susurró Vanessa antes de hacerlo callar con otro beso—.
Y sé hacer otras cosas bien.
No quería hablar de su profesión más de lo necesario. Mientras menos supiera Zac, mayor sería la emoción.
Él se retiró momentáneamente y volvió con un preservativo. Ella se lo quitó y, después de hacerlo tumbarse de espaldas, rasgó el envoltorio, se colocó el preservativo entre los labios y llevó la boca al extremo del pene. Empezó a extender la funda a lo largo del miembro, pero antes de que pudiera hacer nada más, él volvió a tumbarla de espaldas y reclamó su posición encima de ella.
—Eso ha sido un buen truco —susurró.
—Conozco trucos aún mejores —dijo ella, pero entonces él movió sus caderas y la dejó sin aire.
La penetró lentamente, sin apartar su intensa mirada. Vanessa cerró los ojos y saboreó la sensación de ser invadida y explorada. Pero no quería movimientos lentos y sensuales…
Quería arder de frenética pasión.
—No quiero hacer el amor —dijo—. Quiero sexo. Sexo ardiente y sin tapujos.
Él no dijo nada, pero el deseo que ardía en sus ojos expresaba lo que ella quería oír.
Lo besó con la misma intensidad que quería recibir a cambio, y él captó el mensaje, pues empezó a moverse más y más rápido, con el cuerpo tenso. Ella lo rodeó con las piernas y siguió el ritmo de sus embestidas.
El hecho de que pudiera irse sin quitarse la máscara y que él nunca supiese quién era aumentaba mucho más la excitación.
Sus cuerpos avanzaban hacia el clímax a una velocidad frenética. Vanessa sentía que estaba a punto de explotar, pero no podía ir más despacio para deleitarse con el placer.
Entonces él se detuvo y se quedó completamente quieto, sobre y dentro de ella. Vanessa gruñó de frustración.
—Quítate la máscara.
—Acabemos lo que hemos empezado —dijo ella. Vio que una gota de sudor le resbalaba por la sien y se la lamió.
—Cuando te hayas quitado la máscara.
—¿Y si no quiero? ¿Vas a obligarme?
—No tendrás tu orgasmo hasta que pueda verte la cara. Quiero ver cómo llegas.
—Eso es muy cruel —protestó. Pero también era sexy. Muy sexy.
—Si no lo haces tú, te la quitaré yo.
—En cualquier otro momento sería hasta divertido.
—Pues quítatela.
Vanessa estaba tan excitada, tan tensa, tan cerca del orgasmo, que no tuvo más opción que obedecer.
Él la estudió con una mezcla de aprecio y deseo.
—Eso está mejor —dijo, y agachó la cabeza para besarla lentamente—. Eres preciosa.
Ella sonrió y apretó las piernas alrededor de sus caderas.
—Cállate y acaba lo que has empezado, ¿vale?
—Sí, señorita.
Cuando empezó a moverse, ella volvió a tensarse. La exquisita presión aumentó hasta estallar en un aluvión de placer incontrolable. Contrajo el cuerpo a su alrededor, absorbiéndolo, colmándose de su esencia masculina, y entonces vino su liberación.
Zac cerró los ojos y jadeó con fuerza mientras una cortina de sudor le empapaba la piel, recordándole a Vanessa cuánto tiempo había pasado desde que no disfrutaba así. Él la sujetó y se convulsionó contra ella, hasta que los dos quedaron inmóviles. Entonces la besó con la pasión de un hombre sumido en la más profunda satisfacción.
Ella jadeó en busca de aire entre, los frenéticos besos, y cuando una punzada de remordimiento amenazó con estropearle el momento, intentó ignorarla y disfrutar de aquellos instantes.
Tenía lo que había querido. Sexo. Diversión. Una aventura sin compromisos. Entonces, ¿qué importaba si acostarse con un desconocido le parecía un poco superficial? Sólo era un desliz, una concesión momentánea al tópico de que una mujer necesitaba una relación estable para ser feliz.
Ella no tendría nada de eso. Porque no quería nada de eso, ¿verdad?
Zac se despertó con un martilleo en su cabeza. Puso una mueca al ver la luz matinal e intentó tragar saliva, pero descubrió que se había quedado sin saliva y que una repugnante sensación pastosa le llenaba la garganta. Con la lengua pegada al cielo de la boca, se giró y vio a una mujer a su lado.
Un brazo largo y delicado, un hombro apetecible, una porción de cuello, suave y cremoso, una melena castaña extendida por la almohada.
¿Quién era? ¿Y qué estaba haciendo en su cama?
Miró la habitación y se dio cuenta de que no estaba en su casa. Más bien parecía la habitación de un hotel. Entonces vio un antifaz negro colgando de la lámpara de la cómoda y los recuerdos empezaron a aclararse en su mente nublada.
La fiesta, el whisky, la stripper… el sexo salvaje y sudoroso con la stripper.
Oh, demonios.
Volvió a mirar a la mujer e intentó recordar si sabía su nombre, el color de sus ojos o el timbre de su voz.
Él no se acostaba con desconocidas ni con strippers. Pero esa vez lo había hecho. Y no podía echarle la culpa al alcohol.
Vanessa… Ése era el nombre. Soltó un suspiro de alivio, pero enseguida recordó que no sabía su apellido. Ni sabía su historial sexual ni nada más, salvo que se desnudaba para vivir. ¿Qué clase de problemas tendría para tener que desnudarse por dinero?
Nada más pensar en esa pregunta se sintió como un cretino. Después de todo, él era quien la había arrastrado a la cama para hacer salvajadas, basándose en sus habilidades como artista de striptease.
Intentó sentarse, pero la cabeza no dejaba de darle vueltas. El movimiento le revolvió el estómago y le provocó arcadas.
Maldición.
Si sus hermanos pudieran verlo ahora, se morirían de risa. El hermanito menor emborrachándose, acostándose con una stripper y despertándose a la mañana siguiente con una resaca de mil demonios.
Consiguió incorporarse un poco en la almohada, y el martilleo en su cabeza se redujo a una leve palpitación. Intentó tragar saliva otra vez y descubrió que necesitaba ingerir líquido inmediatamente.
Al otro lado de la habitación, el minibar emitía un suave zumbido, pero era como si estuviese al otro lado del Estado de Louisiana. Con mucha dificultad, Zac consiguió moverse a un lateral de la cama y levantarse. Echó a andar hacia el pequeño refrigerador, pero cada paso que daba le provocaba una conmoción en la cabeza.
Una vez que vació una botella de agua fría empezó a sentirse ligeramente más humano.
Volvió a hundirse en la cama, no muy seguro de querer compañía al despertar.
Pero el brusco movimiento hizo que ella se removiera y suspirara, aún medio dormida. Él la vio frotarse los ojos y deseó que la entrepierna no respondiera a la vista de sus pechos, asomándose sobre el borde de la sábana mientras se estiraba.
A la luz de la mañana, parecía tan hermosa como él recordaba, y era obvio por qué se había sentido atraído por ello. Aquello, sin embargo, no era consuelo para su estupidez.
La vio abrir los ojos y volvió a quedarse maravillado por aquellas aterciopeladas profundidades marrones. Su rostro era arrebatadoramente atractivo, como él había descubierto la noche anterior cuando consiguió que se quitara la máscara. Tal vez sus métodos fueran crueles, pero eran efectivos.
Ella lo vio y le sonrió.
—Buenos días —murmuró.
—Buenos días —respondió él. Decidió que aquél no era el momento para charlar. Ella necesitaba comprender que a él no le gustaban las aventuras de una sola noche—. Escucha, siento lo de anoche. Normalmente no…
—Nada de disculpas —volvió a sonreír—. No me obligaste a venir.
—No, pero tampoco me preocupé por conocerte antes. Ni siquiera sé tu apellido.
—Hudgens, y el tuyo es Efron. ¿Te sientes mejor ahora?
—La verdad es que me siento fatal. Anoche me pasé un poco con el whisky.
Ella se irguió en la cama, aparentemente ajena al hecho de que la sábana le cayera hasta la cintura y sus pechos quedaran al descubierto. Cuando vio que la estaba mirando, sonrió y se recostó contra el cabecero.
Y a Zac volvió a traicionarlo su cuerpo. Por lo visto, el dolor de cabeza no le impedía tener una considerable erección.
Ella bajó la mirada hasta su regazo y la volvió a subir para ver su incómoda sonrisa.
—No sabía que habías bebido tanto.
Él se encogió de hombros.
—Me tomé unas cuantas copas antes de que llegaras.
—Oh… —pareció reflexionar sobre la respuesta—. Sabía que habías estado bebiendo, pero tus hermanos me dijeron que eras un poco… impulsivo.
¿Eso le habían dicho? Sintió una desagradable sensación en el estómago que nada tenia que ver con la resaca. ¿Acaso sus hermanos le habían pagado a una mujer para que se acostara con el?
—¿Por qué te dijeron eso?
—Bueno, cuando me contrataron, necesitaba saber un poco de ti para…
—¿Para qué te contrataron? ¿Para desnudarte?
Ella sonrió, un poco avergonzada.
—En realidad, no.
El martilleo volvió a empezar en la cabeza de Zac. Escondió el rostro en las manos y soltó un suspiro.
—Por favor, no me digas que eres una prostituta.
—¿Una qué? ¡No! —se levantó de la cama, agarra la bata del hotel, pulcramente doblaba sobre una silla, y se la puso, lanzándole a Zac una mirada furiosa—. ¡Claro que no!
De acuerdo, pensó él, era más que un cretino.
—Lo siento. Pero cuando me has dicho que te contrataron…
—¡Para organizar tu fiesta! Me dedico a eso.
—Oh. ¿Eres una organizadora de fiestas que se desnuda para el cliente?
Ella se dejó caer otra vez en la cama y esbozó una tímida sonrisa.
—No exactamente.
Zac decidió no insistir. Ella se lo explicaría cuando estuviese lista, y él no podía confiar en sí mismo para no sacar más conclusiones absurdas.
—¿A qué te referías con eso de que mis hermanos dijeron que era un poco impulsivo?
—Necesitaba información sobre ti para hacer la fiesta a tu medida.
—Creía que era ese tipo, Finn, quien la organizaba.
—Finn es mi ayudante. Le pedí que se ocupara de todo anoche, ya que yo tenía otros planes.
—¿Mis hermanos te contrataron para que te desnudaras para mí?
Ella se encogió de hombros con una misteriosa sonrisa en sus labios.
—Me pidieron que buscara a una stripper, pero la que contraté cayó enferma de gripe, y cuando vi tus fotos, se me ocurrió una locura.
—¿Decidiste desnudarte tú misma sólo por ver las fotos? —no sabía si sentirse halagado o aterrado por la idea.
—Sí, pero también tenía otras razones que no tenían nada que ver contigo.
—Oh.
—No te ofendas. Sólo necesitaba darle un cambio a mi vida, y siempre había fantaseado con desnudarme para alguien.
Zac volvió a sentir un tirón en la ingle.
—Hiciste un gran trabajo. Nadie diría que eras una aficionada.
—He practicado con Finn.
Zac intentó imaginársela haciendo de Miss Zorro con el tipo gay a quien había visto ocupándose de los detalles la noche anterior, pero le resultó imposible.
Ella se echó a reír al ver su expresión de perplejidad.
—Ciertamente, me fue de gran ayuda que sea gay. Así podía darme una opinión objetiva sin estar dominado por sus hormonas.
—Es una fantasía muy interesante, la tuya.
—Fue bastante divertido —repuso ella encogiéndose de hombros.
El martilleo de Zac se calmó lo suficiente para que se diera cuenta de que estaba sentado desnudo delante de una desconocida. Miró a su alrededor buscando sus vaqueros y los vio en el suelo, junto a la cama. Se puso en pie demasiado rápido, lo que le provocó otra punzada de dolor en la cabeza, por lo que tuvo que volver a sentarse con una mueca de dolor.
—¿Cuántas copas de whisky te tomaste? —preguntó ella.
—No lo recuerdo.
—¿Recuerdas algo de anoche?
—Recuerdo casi todo lo que pasó aquí, contigo. Al menos eso creo.
Ella sonrió.
—No pareces muy despejado. ¿Qué tal si pedimos café y croissants y te damos un poco de tiempo para recuperarte?
El café le pareció una idea celestial. Asintió y se acercó con dificultad a la cama para volver a tumbarse. Por su parte, Vanessa llamó al servicio de habitaciones y encargó el desayuno. Al acabar, se sentó a su lado.
—Tengo el presentimiento de que tus hermanos me mintieron al decir que eras un fanático de las fiestas.
—Por supuesto que te mintieron. Odio las fiestas.
—Oh.
Zac la miró y la vio con el ceño fruncido y abrazada a sus rodillas.
—Quiero decir… La fiesta que organizaste fue estupenda y te doy las gracias por ello, pero prefiero las reuniones íntimas con los amigos.
—¿Por qué mintieron?
—Eso es lo que entienden ellos por una buena broma. Creen que necesito soltarme el pelo y hacer todas las locuras que a ellos les están prohibidas por sus matrimonios.
Ella levantó la vista de las uñas de sus pies, pintadas de rojo, y le clavó la mirada.
—Así que les has demostrado cómo haces tú las locuras, ¿eh?
—No me acosté contigo por eso, si es lo que estás pensando.
—Entonces ¿por qué?
—Porque quería hacerlo. Porque eres una mujer muy hermosa y apetecible.
—Gracias —respondió ella con una sonrisa—. Tú tampoco estás mal.
—Pero yo no me acuesto normalmente con mujeres a las que no conozco, y quiero que entiendas que me gustaría explorar lo que empezamos anoche y ver adonde conduce.
Ella se estiró a su lado con una expresión inescrutable.
—Pensé que sólo estábamos divirtiéndonos un poco.
Zac parpadeó. ¿Realmente estaba teniendo esa conversación? Intentó pensar en una respuesta apropiada, pero las palpitaciones volvían a martillearle la cabeza. Las relaciones puramente sexuales no solían interesarle, y si eso era lo que Vanessa le estaba proponiendo, no estaba seguro de si quería seguir adelante o de querer negarse.
No sabía qué podría salir de bueno en practicar sexo sin más, y pensó que deberían empezar a comportarse como personas adultas.
Entonces ella le puso una mano en la barriga, extendió los dedos y la subió por el pecho. Aquel simple tacto bastó para que un fuego se encendiera en su interior, a pesar de la resaca.
—Lo de anoche fue increíble —dijo ella—. No me importaría repetirlo alguna vez.
¿Alguna vez como aquel preciso momento? El cuerpo de Zac empezó a responder al recordar cómo habían hecho el amor, con una falta total de inhibiciones y un entusiasmo sensual que nunca antes había visto. De repente, no pudo recordar por qué lo preocupaba tanto comportarse con madurez. ¿Acaso no se comportaban así las personas adultas?
No se le ocurrió ninguna respuesta, así que se giró sobre un costado, la rodeó por la cintura y volvió a tumbarse de espaldas, colocándola a ella encima. La bata se abrió, revelando su piel cálida y suave, al tiempo que ella separaba las piernas.
—Estaba pensando en tomar antes el desayuno —susurró, antes de besarlo en el cuello.
—Buena idea —dijo él, pero sus manos no pensaban lo mismo, pues se metieron bajo la bata y se deslizaron hasta su trasero.
Mientras le masajeaba los glúteos, la erección se presionó contra su entrepierna, que ya estaba ardiente y húmeda. Empezó a preguntarse de qué había tenido tanto miedo.
Acostarse con Vanessa era algo tan sencillo y natural como respirar. Ni siquiera la resaca podía disuadirlo de los placeres que aquel fabuloso cuerpo le ofrecía.
—En serio —insistió ella mientras le lamía el borde de la oreja—. Deberías comer algo antes de…
En ese momento llamaron a la puerta.
—Servicio de habitaciones —dijo una voz masculina desde el pasillo.
Zac sintió una inexplicable decepción cuando ella se apartó y se ató la bata de camino a la puerta. O tal vez fuera una sensación de vergüenza porque el servicio de habitaciones hubiera salvado sus principios.
guau!!
ResponderEliminarme a encantado el capitulo!!!
asta aora a sido el mejor de todos XD XD
estoy deseando saber si lo vuelven a hacer cuando se vaya el tipo del servicio de habitaciones
anoser ke no les kede proteccion XD XD
publica pronto!!
bye!
kissses!